La semana pasada me invitaron a un programa de la televisión estatal de Nuevo León que tenía como tema el aborto en el Estado. Se abordó desde el punto de vista médico, jurídico y social.

 

Me llamó mucho la atención que la persona que presentó el punto de vista jurídico puso como ejemplo para promover la legalización del aborto una historia de una mujer argentina que había muerto a consecuencia de intentar realizarse un aborto con ramas de perejil.  Resulta que la noticia es falsa. No es verdad, e incluso se sabe que esa mujer está viva y declaró a los medios que ella nunca abortaría. Pues volviendo al caso del programa, esta persona además quiso presentar el aborto como algo aceptable diciendo que no es lo mismo “legalizarlo” que “despenalizarlo” y propuso esta última opción. Eso es un engaño. Para empezar porque en la Ciudad de México –que puso como ejemplo- lo que hicieron fue legalizar el aborto cambiándole de nombre. Así es: en la Ciudad de México aún es delito el aborto, pero arbitrariamente lo llaman de otra forma cuando se comete antes de las 12 semanas de gestación. Imagínate que en una ciudad al homicidio lo llamaran “interrupción voluntaria de las funciones vitales de un tercero”. ¿Dejaría de ser homicidio?

 

Cuando tocó mi intervención en el programa, yo manifesté que hablar de despenalizar o legalizar es engañoso porque el punto de partida tiene que ser la protección jurídica del hijo en gestación, no las consecuencias que tiene el aborto. No podemos pensar que el aborto es aceptable si se “despenaliza” en lugar de legalizarse; en cualquiera de estos dos casos al cometer un aborto se le quita la vida al hijo –violando su derecho más fundamental, su derecho a la vida- y se daña a la madre con esta tragedia.

 

Por todo esto no nos confundamos: en cualquiera de los dos casos, sea despenalizar o legalizar el aborto, lo que se hace es quitar la protección jurídica al hijo en gestación. En todos los abortos siempre se le quita la vida al hijo.