El domingo 16 de junio en Latinoamérica se conmemoró el Día del Padre.  Quizá muchos de ustedes, queridos lectores, hayan celebrado a sus padres de alguna manera, ya sea presencial, si aún viven, o espiritual, si es que ya no nos acompañan en este mundo. Habrá otros que estén en la situación de no haber tenido una experiencia agradable con su padre y por ello ese día no significa algo especial para ustedes.                                                                                                                                                                                                                               
En ConParticipación queremos recordarte que tanto la madre como el padre tienen un papel fundamental en la familia, por lo tanto, es igual de importante festejar a los dos. Por ello, en estas líneas hablaremos de la paternidad en México; veremos el tema tanto cuantitativamente como cualitativamente, lo que significa una paternidad presente y también la paternidad ausente.

El reconocido Dr. David Popenoe decía sobre los padres que: 

“Son mucho más que simplemente los segundos adultos del hogar. Los padres implicados traen múltiples beneficios a los niños que ninguna otra persona es capaz de soportar” [1]. 

A propósito del Día de la Madre, que celebramos en mayo,  salimos a la calle a preguntarle a la gente hace semanas si consideraba que una madre podría ser padre al mismo tiempo y viceversa. Como te imaginarás hubo respuestas de todo tipo. Mencionamos lo anterior para ejemplificar que el padre no es madre, y que cada uno tiene responsabilidades, funciones y beneficios diferentes en la familia y directamente en los niños [2]. 

La paternidad presente es un concepto que está cobrando cada vez más relevancia en nuestra sociedad, y es algo positivo. No se trata solo de estar físicamente presente en la vida de los niños, sino de involucrarse activamente en su crecimiento y desarrollo. Un padre presente es aquel que participa en las actividades cotidianas, que escucha, que juega, que educa y que ama incondicionalmente. Es alguien que entiende que su rol va más allá de proveer y que su presencia emocional es fundamental para el bienestar de sus hijos.

La paternidad presente transforma vidas. Los niños que crecen con un padre comprometido y amoroso desarrollan una autoestima más fuerte, mejores habilidades sociales y un mayor sentido de seguridad. Estos padres no tienen miedo de mostrar su vulnerabilidad, de pedir perdón cuando se equivocan y de demostrar su afecto abiertamente. Saben que su ejemplo es el mejor legado que pueden dejar a sus hijos.

“Padre no es simplemente aquel que colabora en la procreación de un niño, ni un progenitor más o menos preocupado por los vástagos. La simple presencia física del padre no basta para un desarrollo equilibrado de los hijos. Asimismo es errónea la creencia de que el padre debe ejercer su función imitando los modelos de conducta femeninos, como si de una madre-bis se tratara. Padre, en sentido estricto, es algo mucho más profundo” [3]

Pero la paternidad presente no es siempre fácil. Requiere tiempo, esfuerzo y, a menudo, equilibrar las demandas del trabajo y las responsabilidades familiares. Es un compromiso constante de aprender y crecer junto a los hijos, de estar dispuesto a enfrentar los desafíos pero también de disfrutar de los momentos felices. Ser un padre presente significa ser consciente de la importancia de cada pequeño momento, desde leer un cuento antes de dormir hasta tener una conversación significativa.

En última instancia, la paternidad presente se trata de amor y dedicación. Se trata de estar ahí, día tras día, para compartir alegrías y tristezas, éxitos y fracasos. Es un viaje de aprendizaje mutuo, donde tanto el padre como los hijos crecen y se enriquecen. Es la promesa de estar presente no solo en cuerpo, sino también en corazón y mente, creando recuerdos y lazos que perdurarán toda la vida.

Y si una paternidad presente genera tantos beneficios, también la ausente genera muchos daños, incluso sociales. Por ejemplo: 

  • Los adolescentes sin padre tienden a iniciar sus experiencias sexuales a una edad más temprana y a tener actividad sexual con mayor frecuencia.
  • Tienen un mayor riesgo de abuso de drogas como el alcohol y la marihuana.
  • Presentan más probabilidades de sufrir enfermedades mentales y de suicidarse.
  • Sufren una mayor tasa de abandono escolar y criminalidad.
  • Estos efectos se intensifican particularmente en aquellos que experimentaron el divorcio de sus padres antes de los cinco años.
  • En Estados Unidos:
    • El 29.7% de los niños sin padre ha repetido al menos un curso escolar.
    • El 21.5% de los hijos de padres divorciados que viven solo con su madre ha repetido al menos un curso escolar.
    • En comparación, solo el 11.6% de los niños que viven con ambos padres biológicos ha repetido curso.
    • Tienen menos acceso a la universidad.
  • Un estudio sobre 156 víctimas de abusos sexuales mostró que la mayoría pertenecía a familias sin padre [4].

En México y Latinoamérica es triste ver que el número de divorcios es muy alto, lo que significa que muchos niños están creciendo sin la presencia constante de su padre. Por eso desde ConParticipación decimos que es vital que los matrimonios se esfuercen por cuidar su relación, manteniendo la comunicación y el vínculo para evitar la separación y mantener a la familia unida. Y si el matrimonio llega a su fin, es esencial que el padre siga siendo parte activa en la vida de sus hijos; el divorcio puede terminar con la relación de pareja, pero el lazo entre un padre y sus hijos debe perdurar, no olvidemos eso.

¡Gracias papá por tu sí a la vida y a la familia! 

ConParticipación

Fuentes:

[1] Life without father: compelling new evidence that fatherhood and marriage are indispensable for the good of children and society (Vol. 34). (1996). https://files.eric.ed.gov/fulltext/ED416035.pdf

[2] “¿Mamá puede ser papá? ¿Papá puede ser mamá?. ConParticipación, 7 de mayo de 2024, en: https://www.instagram.com/reel/C6rA5QcMP3f/?utm_source=ig_web_copy_link&igsh=MzRlODBiNWFlZA== 

[3] Charro, M. C. (2011). La masculinidad robada.

[4] Ibíd.