Al iniciar un nuevo año por lo general hacemos un repaso de lo vivido en el año anterior y planeamos lo que nos gustaría hacer o lograr en el año que inicia. Y al hacer ambos ejercicios salen a flote los valores que más apreciamos en lo individual y en lo colectivo, por ejemplo, la salud, la familia, el trabajo, el bienestar social, la solidaridad, entre otros.

Pero hay un valor que no es común que figure entre nuestros propósitos y que valdría la pena traerlo a nuestra conciencia y consideración: la paz.

Si bien es cierto que hace muchos años que en México no vivimos una guerra como tal, sí vivimos otro tipo de conflictos y violencia. El Índice de Paz México (IPM) 2021, que elabora el Instituto para la Economía y la Paz (IEP) [1], proporciona una medición integral de los niveles de paz en nuestro país. El informe del IEP para el 2021 señala que, aunque de 2019 a 2020 la paz en México mejoró en 3.5%, las mediciones de los cuatro años anteriores indicaron un decremento en los niveles de paz en el país. Este ligero aumento del índice de paz de 2019 al 2020 responde a que los delitos relacionados con la movilidad de personas se redujeron debido a la pandemia, sin embargo, otros delitos incrementaron. En las mediciones del IEP de 2015 a 2020, los homicidios incrementaron un 84%; se duplicaron los delitos con armas de fuego; la delincuencia organizada tuvo un aumento del 40%, y el narcomenudeo creció en un 125%. Además la violencia familiar creció en un 64% y la violencia sexual en un 60% por ciento [2].

Por otra parte, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) elabora un registro desde 2015 sobre los presuntos delitos de violencia familiar. Lamentablemente en estos datos vemos un incremento significativo en este tipo de delitos en los últimos años. El acumulado de denuncias por presuntos delitos de violencia familiar, en el periodo comprendido de enero a mayo en 2019, 2020 y 2021, es de 83 914, 84 997 y 106 103, respectivamente [3].

Sabemos que la violencia y la inseguridad son ocasionadas por múltiples factores: la pobreza, la desigualdad, el desempleo, la impunidad, las deficiencias en la procuración de justicia, la discriminación de personas, la cultura de la droga, la falta de oportunidades de crecimiento y trabajo para los jóvenes, crisis de valores éticos, entre muchos otros [4].

Podríamos sentirnos desalentados al pensar que son demasiados factores en los que hay que trabajar para disminuir la violencia e ir logrando la paz. Sin embargo, hay uno en particular en el que podemos y debemos trabajar en primer lugar: la familia. ¿Por qué primero en la familia? Porque la familia es la primera comunidad de todo ser humano. Es el primer lugar en el que nos aman y nos aceptan tal como somos, donde aprendemos los valores, donde se nos enseña a comportarnos en sociedad, a ayudar a los demás (la solidaridad) y a relacionarnos con ellos, a seguir reglas, a respetar a las autoridades, a negociar y solucionar conflictos, y muchas otras habilidades y aprendizajes que después como individuos ejercemos en la sociedad. La familia tiene una función insustituible, pues aporta al ser humano todos los aspectos ya mencionados que ninguna otra institución puede darle [5].

La familia es entonces la mejor oportunidad que tenemos para aprender a vivir en comunidad y buscar el bien común para los demás. Es un primer ensayo para poner en práctica los valores más importantes de la vida: la justicia, el amor,  la generosidad y por supuesto, la paz.

Si la familia falla en sus funciones el individuo crece con ese “faltante” y esto posteriormente afectará a la sociedad. Toda la violencia que vemos hoy en día en las calles, en las relaciones humanas, en los distintos ámbitos sociales, tiene muchas causas, pero quizá una de las más importantes se da en la familia. Una persona que crece sin experimentar amor, sin sentido de valía personal, sin saber lo que es dar al otro sin esperar nada a cambio, sin que sus padres resuelvan sus necesidades básicas de alimento, vestido y casa, sin conocer ni vivir los valores fundamentales, y que al contrario, vive violencia en el entorno familiar, abandono o rechazo, es muy probable que replique estos comportamientos hacia sus otros entornos. Aquí tenemos entonces una de las semillas de la violencia.

Las familias requieren apoyo para cumplir sus funciones

Si bien la familia es la primera constructora y generadora de la paz, requiere solventar sus necesidades para ejercer adecuadamente sus funciones. Por esto gobierno y sociedad deben hacer sinergia para velar por el bienestar de la familia. Algunas acciones o formas son [6]:

Gobierno

  • Políticas fiscales favorables a las familias en aspectos como educación, vivienda y salud.
  • Implementar un modelo educativo que incluya una educación centrada en la dignidad de la persona y los valores trascendentes.
  • Creación de instancias que ayuden a hacer transversales las políticas públicas favorables a las familias.
  • Programas de capacitación para padres de familia en temas como resolución de conflictos familiares, mediación, valores fundamentales, etc.

Empresas

  • Implementar políticas que ayuden a conciliar la vida familiar con el trabajo.
  • Tener condiciones laborales favorables para las madres trabajadoras tales como horarios flexibles, prestación de guardería, programas de capacitación, permisos, teletrabajo, entre otros.
  • Creación de programas para apoyar a las familias de sus empleados en aspectos como salud, educación, recreación, capacitación en mediación de conflictos familiares, etc.

Sociedad

  • Involucrarse en los programas de escuelas para padres.
  • Monitoreo para asegurar que existan leyes que ayuden al fortalecimiento y bienestar de las familias.
  • Involucrarse en proyectos de solidaridad tales como: apoyar a instituciones de ayuda social, o crear iniciativas como grupos de familias que apoyen a familias necesitadas, etc.

¿Cómo construir la paz desde la familia?

Algunas ideas son [7]:

  1. Establecer tiempos para que toda la familia realice actividades juntos: tareas del hogar, celebraciones, tiempo de juegos, de oración, etc.
  2. Que los cónyuges o la pareja evite discutir frente a los hijos y aprenda a dialogar. Existen cursos y libros que ayudan a las parejas a sostener discusiones constructivas y tener comunicación no violenta.
  3. Supervisar los contenidos que ven los hijos en redes sociales o la televisión. Limitar exposición a videojuegos violentos, dialogar de acuerdo a su edad los peligros de la pornografía y fomentar juegos al aire libre.
  4. Evitar las palabras hirientes, los insultos y las faltas de respeto entre la pareja y entre los hermanos. Recordar que los hijos observan todo el tiempo a sus padres y la forma en que se relacionan. Estas formas son las que después utilizarán en su vida adulta.
  5. Perdonar y pedir perdón. Es bueno que los hijos vean que sus papás se piden perdón, y experimenten que sus padres les piden perdón. Ante conflictos entre hermanos, los padres pueden aprovechar la ocasión para enseñar a los hijos a perdonarse.
  6. Mantener la comunicación abierta de los padres a los hijos. Fomentar el diálogo constante, preguntarles sobre la escuela, sus amistades, lo que les preocupa, etc. Que los hijos sepan que pueden contar lo que sea a sus padres.
  7. Inculcar a los hijos la solidaridad. Involucrarse como familia en acciones de ayuda a los demás como llevar comida a hospitales, ayudar a alguna institución de apoyo social, o cualquier acción que involucre donar su tiempo y sus recursos.
  8. Promover en la familia el diálogo, que los desacuerdos se expresen de manera respetuosa, enseñar a los hijos a resolver los conflictos de manera pacífica, negociar acuerdos, etc.
  9. Que los padres aprendan y enseñen a los hijos a serenarse ante los conflictos, evitando reaccionar de forma agresiva o con gritos. Aprender estrategias para controlar el enojo.  

En resumen, es en la familia en donde se gesta y construye la paz que tanto anhelamos. Cuando las familias logran mantener la paz, el amor y la solidaridad, hay una repercusión en la sociedad. Recordemos que los miembros de la familia también son miembros de la sociedad civil, y a ella transfieren sus valores y vivencias, o sus problemas, crisis y tensiones [8]. Por otro lado, tampoco podemos culpar a la familia de toda la violencia que vivimos. Para construir la paz se requiere el interés y el trabajo de todos: gobierno, instituciones, empresas, sociedad y familias.

Empecemos por volver a darle el valor que merece a la familia. Comprometámonos como ciudadanos a velar para que la familia sea respetada como la institución fundamental y social que es. Pidamos al gobierno invertir en las familias, en la formación de los padres, en programas para la estabilidad de los núcleos familiares. Si la familia está fortalecida y sostenida, es más probable que fomente la paz al interior de sus miembros, y que su vez en la sociedad se vaya construyendo una cultura de paz.

ConParticipación

Fuentes:

[1] https://www.indicedepazmexico.org/

[2] https://www.eleconomista.com.mx/politica/Aumenta-la-violencia-y-el-gobierno-prefiere-incrementar-el-presupuesto-al-Ejercito-que-a-los-sistemas-de-seguridad-y-justicia-20210518-0069.html

[3] http://bibliodigitalibd.senado.gob.mx/bitstream/handle/123456789/5339/CI_77.pdf?sequence=1&isAllowed=y

[4] Revista Tenemos que Hablar, “Tres letras y un solo deseo: PAZ”, no. 17, 29 de abril de 2010.

[5] Revista Tenemos que Hablar, “Sobre…familia y matrimonio: PORQUÉ SÍ”, no. 5.

[6] Ibíd.

[7] Revista Tenemos que Hablar, “Tres letras y un solo deseo: PAZ”.

Revista Tenemos que Hablar, “Educación para la paz”, no. 18, 17 de junio de 2010.

[8] Revista Tenemos que Hablar, “Tres letras y un solo deseo: PAZ”.