El trabajo es una actividad ya sea intelectual o material en la que la persona puede desarrollarse, alcanzar sus objetivos, y al mismo tiempo, satisfacer sus propias necesidades a través de obtener un ingreso por la producción de bienes o servicios. Desde hace varios años, ciertos medios de comunicación e incluso líderes políticos, han planteado la idea de que las personas que comercian con su cuerpo, es decir, quienes se dedican a la prostitución, sean considerados como trabajadores, y por tanto, que esa actividad sea otra más a las que las personas se pueden dedicar para solventar sus necesidades financieras. En otras palabras, proponen que la prostitución sea considerada un trabajo como cualquier otro. Este planteamiento se presta a que se realicen diferentes análisis y reflexiones, desde diversos puntos de vista. En este blog expondremos algunos de ellos. 

El acto sexual como un objeto de comercio

Para los proxenetas, la prostitución es un negocio millonario. Por otra parte, las mujeres que “trabajan” en ese medio, apenas ganan o reciben un “salario”, que por lo general es pobre. Lamentablemente las mujeres que viven de la prostitución sufren de una deshumanización en la que su dignidad como persona no existe. Están sometidas a los deseos y las órdenes de quien las vende (el proxeneta) y de quien las compra (el hombre que paga por tener relaciones con ellas). Se convierten en un objeto de satisfacción de deseos para los varones. Entonces, esta acción que meramente brinda satisfacción sexual masculina, que expone a la mujer a explotación y la rebaja a ser un mero objeto, ¿se debe considerar como un trabajo? 

Amelia Tiganus, mujer rumana sobreviviente de la explotación sexual [1], expone que en el ambiente de la prostitución, las mujeres son consideradas literalmente como “mercancía”, como esclavas, y se les trata de las formas más inimaginablemente humillantes, constantemente se viola su dignidad: “Nosotras, las mujeres y niñas, somos la «mercancía» (…). Si por un momento pudiéramos imaginar cómo sería nuestra vida si durante las 24 horas del día tuviéramos que estar al servicio del otro, vestir como el otro quiere, comer y dormir cuando nos dejen…Tener que aguantar aquello que fuera de la prostitución se considera agresión sexual, soportar comentarios humillantes relacionados con nuestro aspecto o con aquello que nos van a hacer”. 

Toda esta triste realidad que hemos descrito y que viven miles de mujeres en todo el mundo, nos habla de que existe la tendencia en la sociedad actual a ver el acto sexual como un objeto de comercio, y, por tanto, a quien lo ofrece como un proveedor reemplazable de dicho objeto. Esto implica que el acto sexual no tenga una característica de relación entre personas, sino únicamente una manera de satisfacer un deseo individual de placer. 

La prostitución, actividad que se quiere normalizar

Recientemente, el pasado 6 de agosto, la Organización de los Estados Americanos (OEA) instituyó a Gloria Angélica Careaga Pérez en el puesto de “Comisionada para los Derechos de las Personas Trabajadoras Sexuales” [2]. Es lamentable que la OEA considere como un “trabajo” a la prostitución. Se normaliza el que la mujer sea explotada y forzada a esta actividad, con lo cual se vulneran sus derechos y su dignidad.

La administración del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, mostró su apoyo a la despenalización de la prostitución. En julio de 2021, en el lanzamiento del Informe Anual sobre la Trata de Personas (TIP) del Departamento de Estado, Antony Blinken, Secretario de Estado de EE. UU., hizo referencia a la prostitución como un “trabajo sexual”. También cuando se refirió a las víctimas de trata expresó que “muchas mujeres se ven obligadas a ejercer el trabajo sexual comercial” [3]. En un acto de frenar este posible cambio alrededor de 207 defensores y organizaciones se dirigieron al Congreso exponiendo que el término de “trabajo sexual” es en realidad “un eufemismo para el comercio sexual y el sistema de prostitución” [4]. 

Todo esto nos habla de que existen líderes políticos que normalizan el convertir a la mujer en objeto, además de liberar del delito a quien promueve este tipo de actividad, sin tener repercusión alguna. Estos son claros ejemplos del esfuerzo de convertir a la prostitución en algo “normal”, y hasta de promoverla como un posible proyecto de vida para las generaciones futuras, sin considerar que dicha actividad cosifica a la mujer, pues la convierte en instrumento de placer sexual. Muchos sucesos e ideas que terminan considerándose “normales” o aceptándose en la sociedad afectan nuestros valores fundamentales.

Reem Alsalem, relatora especial de la ONU, publicó en 7 de mayo de 2024 un informe en el que aboga por la abolición de la pornografía, prostitución y la penalización de su posesión y producción. Destacó que estas prácticas explotan y reducen a las mujeres y niñas como mercancías. De igual forma, rechaza el término de “trabajo sexual” y prefiere los términos como “víctimas” y “mujeres y niñas prostituidas” con lo que se resalta el daño sufrido. Alsalem promueve el “modelo nórdico” que despenaliza a las personas prostituidas y penaliza a proxenetas y compradores, además de subrayar la necesidad de servicios de ayuda para que las mujeres y niñas puedan salir de la prostitución. Las acciones de Alsalem van contra corriente con otros expertos y agencias de la ONU que normalizan el “trabajo sexual” y promueven su despenalización [5].

En la siguiente parte sobre este tema, hablaremos de otro argumento que sostiene el porqué es erróneo considerar a la prostitución como un trabajo, y que sustenta el que se le considere como la esclavitud de nuestro tiempo.

ConParticipación

Fuentes:

[1] https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-59683812

[2] https://conparticipacion.mx/la-oea-crea-comision-para-los-derechos-de-las-personas-trabajadoras-sexuales/

[3] https://conparticipacion.mx/gobierno-de-biden-hacia-la-despenalizacion-de-la-prostitucion/

[4] Ibíd.

[5] https://conparticipacion.mx/informe-de-la-onu-propone-prohibir-la-prostitucion-de-mujeres-y-ninas/