Todos tenemos sueños. Aquello que hace que nuestro día a día tenga un sentido y un propósito; aquello que nos permite perseverar cuando las cosas se ponen complicadas, rutinarias o desalentadoras.

Incluso nuestra capacidad para soñar es una nota característica de los seres humanos. Solo el hombre es capaz de adentrarse en su interior y detectar aquello que el corazón y la mente anhelan. Podemos viajar al pasado y atesorar los momentos más valiosos que vivimos o podemos volar al futuro e imaginar el mejor escenario para nuestra vida.

Todos podemos soñar, pero pocos saben soñar en grande; implica coraje y valentía para encontrar un camino que nos lleve justo ahí, donde todo parece poco posible de lograrse.

Hace unos años nació un sueño en la mente de alguien. Ese sueño fue la semilla de lo que hoy es ConParticipación. Esta persona, apoyada de otras más, empezó a observar varios cambios preocupantes en la sociedad. Empezó a investigar, a leer, a asistir a algunos foros mundiales, y a darse cuenta de que se estaba gestando un cambio cultural importante en el mundo que podría traer serias consecuencias en el futuro. Esto ocurrió hace más de 20 años. ¿Cuáles eran esos signos preocupantes? Fenómenos como los siguientes:

Introducción de nuevos conceptos que distorsionaban al ser humano. Se empezaron a escuchar palabras o frases como “ciudadanía mundial”, “libertad cultural”, “orientación sexual”, “derecho a elegir”, “derechos reproductivos”, “aborto seguro”, “inclusión”, “género”. Muchos de ellos no eran conceptos necesariamente malos o negativos, pero sí apuntaban a una nueva manera de ver ciertas realidades o cuestionarlas [1].

Cambio de lenguaje. Se empezó a hablar de “pareja” en lugar de “esposo/esposa”, “ética mundial” en lugar de “valores universales”, “progenitores” en lugar de “padres”, “varias formas de familia/familia diversa” en lugar de “familia”. Todos estos nuevos nombres empezaron a ser “normales” en la sociedad [2].

Cambio en la conceptualización de los derechos. Los derechos humanos son universales y su centralidad es la dignidad de la persona. Pero se empezaron a manejar términos como “derechos de la mujer”, o “derechos del niño”, que en vez de enriquecer los derechos humanos universales de un grupo de personas, se estaban usando como instrumento para aislar a esos grupos y confrontarlos con los demás. Otro cambio fue que se enfatizaba mucho el ejercicio de los derechos, pero sin acompañarlos por las responsabilidades que también implicaban esos derechos.

Desvinculación. Se observaba también una tendencia a poner la propia satisfacción o realización personal por encima de cualquier otro valor, relaciones, compromisos o vínculos. El problema es que se comenzó a exaltar la desvinculación, a normalizarla o a institucionalizarla. Ejemplos de desvinculación: el divorcio como ruptura del vínculo de la pareja, el aborto como ruptura del vínculo madre-hijo, la eutanasia como ruptura del vínculo de la vida, y la unión homosexual como la ruptura de la complementariedad hombre-mujer [3].

Inestabilidad de los núcleos familiares. Se empezó a ver un incremento significativo en la relación divorcios-matrimonios (número de divorcios por cada 100 matrimonios). En 1980 había 4.4 divorcios por cada 100 matrimonios, en 1990 eran 7.2. Para el año 2000 no hubo un incremento significativo, fueron 7.4 divorcios por cada 100 matrimonios, pero para el 2010 hubo 15.1 (y ya en la actualidad la cifra casi se duplicó: en 2020 hubo 27.6 divorcios por cada 100 nupcias) [4].

Entorno desfavorable a la familia. El estilo de vida, la cultura y las leyes empezaron a tomar un rumbo tal que empezó a afectar a la familia como institución básica de la sociedad. Las personas empezaron a pasar mucho más tiempo en sus trabajos, no había en las empresas una conciencia de la importancia de conciliar trabajo y familia, existían muy pocas políticas públicas que apoyaran a las familias en sus necesidades, los medios de comunicación difundían una idea de sexualidad desvinculada del compromiso a largo plazo (matrimonio, familia), se empezó a promover el divorcio exprés en lugar de poner medios para la reconciliación o para fortalecer a los matrimonios, etc. Todo esto no era nuevo, sin embargo, los factores que afectaban a las familias empezaron a tener cada vez más influencia [5].

Difusión del feminismo radical. Desde organizaciones internacionales se empezó a promover un tipo de feminismo que en muchas de sus ideas rechaza la esencia y naturaleza de la mujer (por ejemplo, rechazo a la maternidad por considerarla un “obstáculo” para su realización) y considera a los hombres como el enemigo y causante de muchas de las problemáticas de la mujer.

Ataques al derecho a la vida. Por último, pero no menos importante, el aborto empezó a tomar un auge en todo el mundo y México no escapó a esta tendencia. En el 2007 se despenalizó el aborto en la Ciudad de México, lo cual ocasionó la muerte de miles de hijos por nacer. La imposición del aborto también trajo como consecuencia el ver el embarazo como un problema y el menosprecio de la vida humana en gestación.

Ante este panorama era urgente hacer algo. Algo que hiciera que las personas se dieran cuenta de lo que estaba sucediendo en todo el mundo, de que el cambio cultural podría afectar gravemente al ser humano en su dignidad, a las familias y a la sociedad.

Fue así como nació el gran sueño de Conciencia y Participación, mejor conocido como ConParticipación. Buscamos abrir un espacio para todos aquellos ciudadanos que no se sentían cómodos con la toma de decisiones de algunos agentes sociales. Nos dimos a la tarea de buscar respuestas a lo que estaba sucediendo para fortalecer nuestras convicciones y los valores humanos fundamentales como: la búsqueda del bienestar social, la justicia social, el respeto de la vida humana en todas sus etapas, la solidez de los hogares y de los matrimonios, la salud y la educación integral para todos. Convertimos todas estas convicciones y valores en nuestra bandera a defender y pensamos que la mejor manera de hacerlo era a través de argumentaciones de razón, científicas y antropológicas. Pensamos también que había que comunicar todos estos argumentos de la manera más sencilla posible –para lograr que la mayoría de las personas los comprendieran–, y de esta forma configuramos todos nuestros contenidos y formación.

ConParticipación con el paso de los años se ha convertido en una red de ciudadanos con más de un millón de personas adheridas a este programa para observar, analizar y construir el México que soñamos. La corresponsabilidad entre los ciudadanos es el compromiso y a la vez la aspiración que queremos compartir cada vez con más personas. Esto significa ver las necesidades de los más vulnerables y hacer todo lo que está en nuestras manos para sumar. Estamos convencidos de que entre más agentes sociales asuman su responsabilidad y conozcan la capacidad de impacto que tienen en la sociedad, más unidos y fortalecidos estaremos.

No en pocas ocasiones medios de comunicación, organizaciones y personas nos han hecho sentir locos por pensar que el primer derecho humano es el derecho a la vida, antes y después de nacer. No en pocas ocasiones algunos nos han querido hacer sentir solos por defender a la familia fundada en el matrimonio hombre-mujer como la institución fundamental de la sociedad.

Unir a quienes se han sentido así ha sido la constante en ConParticipación ante los cambios que vivimos como sociedad. Parecía que éramos un puñado de gente que no comprendía el rumbo hacia donde se dirigía el mundo. Sin embargo, poco a poco se nos fueron sumando más y más personas, y hoy vemos que lo que pensamos y sentimos es también la forma de pensar y sentir de millones de mexicanos que desean sumar su voz para visibilizar las necesidades de la sociedad, la familia y los individuos, a los tomadores de decisiones.

Hace 10 años surgió este gran sueño, y si hubiéramos sabido todo el trabajo, la dedicación y coraje que se necesitaría para emprenderlo, quizás lo hubiéramos pensado dos veces. Hoy sabemos que tenemos la fuerza y el coraje porque aquello que protegemos es lo más valioso de nuestras vidas: la dignidad de la persona, su desarrollo pleno, así como la familia y el bienestar social.

Observar, analizar, informar, invitar a tomar conciencia y a la participación ciudadana se ha convertido en nuestro compromiso para con aquellos que también se han sentido locos y solos por defender los valores humanos fundamentales. El sentido común es lo que nos guía, y principios como hablar siempre con la verdad y promover la solidaridad para apoyar a los más vulnerables, se han convertido en nuestra mayor aspiración.

Sabemos que el primer paso consiste en abrir los ojos, para luego tomar conciencia de la raíz de los cambios sociales y culturales. Pero no podemos detenernos ahí. Es necesario participar. Y eso nos distingue. Invitamos a todos, a ti también, a pasar de espectador pasivo a ser un agente activo en la construcción de un mejor país.

En este 2022 deseamos que sigas colaborando con nosotros para construir una mejor sociedad y que tu voz resuene junto con las millones de voces que ya abrieron sus ojos y hoy están buscando cambiar el mundo. Súmate al sueño de ConParticipación, estamos seguros de que juntos podemos construir la sociedad que México necesita.

ConParticipación

Fuentes:

[1] Revista Tenemos que Hablar, “La Nueva Ética Mundial”, no. 2.

[2] Ibíd.

[3] Revista Tenemos que Hablar, “Sobre…familia y matrimonio: PORQUÉ SÍ”, no. 5.

[4] Cifras de INEGI:

https://www.inegi.org.mx/temas/nupcialidad/#Informacion_general

http://internet.contenidos.inegi.org.mx/contenidos/Productos/prod_serv/contenidos/espanol/bvinegi/productos/nueva_estruc/702825070847.pdf

[5] Revista Tenemos que Hablar, “La respuesta es la familia”, no. 10.